Mundo ficciónIniciar sesiónPor suerte, no he tenido que responder nada de lo que me preguntan debido al abuelo y a Minetti. Al fin, parece que se han puesto de acuerdo en algo. Dicen chistes y se ríen hipócritamente. Yo permanezco al lado de mi esposo, tratando de idear algo para escaparme.
Un toque en mi hombro me hace girar la cabeza para ver a las otras mujeres invitándome a salir a la terraza.—Muchas gracias, en verdad no me siento bien, no quiero exponerme a la temperatura fría —les digo, porque siento cómo Minetti me aprieta la mano.—Deja a los hombres hablar de negocios y vamos a despejarnos un poco, querida. No estaremos mucho afuera, queremos presentarnos como amigas —insiste la que acompaña al tal Rodrigo.—Alessandro, todo va a estar bien, necesito ir —le susurro, pero él no me libera la mano—. Vendré enseguida —repito en su oído.—¿Lilian, qué






