Él arquea una ceja. Es evidente que no está satisfecho con esta conversación. Minetti quiere terminar rápido, lo puedo ver. Está acostumbrado a mandar y que lo obedezcan. Tomo aire decidida a lograr liberarme de este lío.
—Señor Minetti, ¿cómo pudo enterarse? Prácticamente me paso todo el tiempo en el hospital. También, como le dije, tengo un prometido, y debo ayudar a mi mamá con mi hermana y la lavandería. ¡Tenemos que anular ese matrimonio lo antes posible! La mirada de Minetti se endurece al instante; sus labios se tensan en una línea finísima, mientras sus ojos oscuros, como dos abismos insondables, me perforan sin clemencia. Sus dedos dejan de tamborilear y su pose, aunque aparentemente relajada, irradia una tensión que amenaza con explotar. Sé que he tocado un punto sensible, pero no me retracto.—Anular el matrimonio&he