Caminamos unos cuantos pasos más. Mis pensamientos giran en círculos, y cada vez me resulta más difícil ignorar que este hombre, que supuestamente es un líder despiadado, tiene una faceta que pocos parecen descubrir. Su mundo es peligroso y, aun así, en este instante, me pregunto si estoy empezando a caer en una de sus trampas. ¿O será simplemente que él es la trampa en sí misma, y yo ya estoy dentro? Pero una pequeña esperanza de salir de este contrato ilesa se abre en mi pecho.
—Explíquese —dice de pronto—. ¿Qué significa que fue burdamente engañada? Se me corta el aliento por un momento ante su pregunta. Esa mirada penetrante, siempre fija en mí, parece taladrar directamente mis nervios y mis secretos. Me siento atrapada, enjaulada por su presencia y, al mismo tiempo, vulnerable ante su forma incisiva de hablar. &mda