De inmediato, Olivia reconoció a su hermana gemela. Durante todos estos años, había intentado enterrar su resentimiento en lo más profundo de su corazón y vivir con una apariencia de felicidad. Sin embargo, nadie podía comprender su dolor y miseria. Todas las noches, las imágenes de Maia arrebatándole a sus hijos e incendiando la casa se repetían en su mente, como una pesadilla interminable.
La rabia la invadió, y sus manos se aferraron al mantel con tanta fuerza que casi lo rasgó.
—Mami, ¿qué pasa?— preguntó Noa, alarmado por la expresión de su madre.
Olivia suspiró profundamente antes de responder:
—Noa, esa mujer es mi hermana menor, pero también es la persona que más me ha lastimado en este mundo—. Sus ojos se perdieron en la distancia mientras recordaba. —Dile a Clayton que no revele mi identidad y que Maia no sepa que soy su madre—.
Noa asintió obedientemente, notando el dolor en los ojos de su madre.
—Entendido, mami. No diremos nada—, prometió.
Olivia no quiso entrar en detall