Sin otra opción, buscó un rincón discreto en el café y se sentó, dispuesta a esperar a que la tormenta amainara. Fue entonces cuando su bolso comenzó a vibrar.
Sacó el teléfono y atendió la llamada. Al otro lado de la línea, la voz altiva pero adorable de Tomas resonó con fuerza:
—¡Mujer! La otra vez, mi papá arruinó nuestro tiempo juntos. Pero, en realidad, no es que estuviera en tu contra. Es un misógino. Cuando una mujer se acerca a él, se pone de mal humor.
Olivia se quedó sin palabras, llevándose una mano a la frente.
Este niño... ¿Por qué elige precisamente este momento para quejarse de su padre?
Miró de reojo a Max, quien estaba sentado en el mismo café. Si pusiera esta llamada en altavoz ahora mismo, Max definitivamente lo castigaría cuando lleguen a casa.
—¿Por qué no hablas? ¿Ya te olvidaste de mí?— insistió Tomas con impaciencia.
—¿Cómo podría olvidarte?— respondió Olivia con suavidad. —Eres Tomas.
—¡Sr. Tomas!— corrigió el niño con tono autoritario.
—¿Quieres que te llame