Capítulo — El abuelo oscuro
El salón principal del Hotel Castro brillaba como siempre: lámparas de cristal iluminando los tapizados en terciopelo, el sonido limpio de copas brindando, las fichas deslizándose en mesas impecables. Era un lugar de lujo, de poder, donde cada detalle olía a dinero viejo y respeto comprado.
Rogelio salió tambaleando del casino, con la ropa arrugada y el saco colgándole torcido. Apretaba en el bolsillo el dinero que Victoria le había dado, convertido ahora en un pequeño fajo. Tenía la expresión de un hombre que había ganado una mano, aunque en el fondo supiera que la vida ya le había repartido cartas perdedoras.
No notó que lo observaban.
En un rincón, apartado en un sillón de cuero, un hombre mayor seguía sus pasos con ojos oscuros y penetrantes. El patriarca Castro.
Los años no habían apagado la dureza de su rostro ni la elegancia de su porte. Su bastón descansaba junto a él, pero no lo necesitaba para imponer respeto: su sola presencia bastaba para q