Capítulo — La cena de las promesas
El comedor de los Montaldo estaba vestido de fiesta aunque no hubiera música ni invitados extra. Clara había puesto el mantel de lino blanco, la vajilla de porcelana guardada para ocasiones especiales, y sobre la mesa humeaba el estofado casero que siempre había sido el favorito de Ernesto.
Él estaba en la cabecera, con la espalda erguida en la medida de lo posible, apoyado contra el respaldo alto de la silla. En su mano derecha, rígida y débil, Felipe acomodaba con cuidado una copa con jugo. El enfermero lo ayudó a llevarla hasta los labios; Ernesto sorbió un poco y dejó escapar un murmullo ronco, pero satisfecho.
—Con…ten…to… —dijo, con esfuerzo, mirando a Victoria y Samuel.
Victoria tragó saliva, sonriendo. Verlo así, con ese brillo en los ojos, era un regalo después de tantos meses oscuros. Samuel, a su lado, levantó su copa de vino con gesto firme.
—Brindemos —dijo Clara, emocionada—. Hoy Ernesto pidió algo muy especial.
Felipe, que nunca p