Capítulo 17— Confesiones de medianoche
La mañana había comenzado con planes simples: Samuel debía viajar a la ciudad vecina para negociar con un proveedor de insumos esenciales para el hotel. Eran piezas de mobiliario y textiles que mejorarían las habitaciones de lujo, algo clave para reposicionar al Montaldo frente a la competencia de los Castros.
Victoria, tras revisar cada detalle del contrato, había decidido que él podía ir solo. Era, después de todo, parte de su rol como gerente: resolver y traer soluciones.
Pero Clara no pensaba lo mismo.
—No me gusta que vaya solo —dijo con firmeza, mientras acompañaba a Ernesto a la sala de fisioterapia—. Ese chico es demasiado simpático, muy guapo aunque demasiado correcto. ¿Y si lo distraen, si lo engañan con precios inflados? O con algo más inflado… —señaló el pecho con picardía, arrancando una sonrisa a Ernesto.
Victoria rodó los ojos, exasperada.
—Mamá, por favor. Es un negocio, no un desfile.
Ernesto, desde la silla de ruedas, apoy