Capítulo 14— El beso pintado
Samuel golpeó suavemente la puerta de la habitación de Victoria. Esperó unos segundos, y cuando escuchó un “adelante”, entró.
Ella estaba de pie frente al espejo, dando el último toque al maquillaje. El rojo discreto del labial resaltaba la forma de sus labios con una fuerza hipnótica. Por un instante, Samuel se quedó en silencio, observándola. Era la primera vez que la veía en un gesto tan íntimo, lejos de la coraza implacable con la que gobernaba el hotel. El rodete bajo recogía su cabello con precisión, y la blusa clara contrastaba con el pantalón negro, dándole un aire severo que se suavizaba en esa intimidad inesperada.
Victoria notó el reflejo de su mirada en el espejo y, para su propia sorpresa, se sonrojó. El calor le subió a las mejillas como una adolescente sorprendida. Pero enseguida se recompuso, borrando cualquier atisbo de vulnerabilidad.
—¿Qué quiere, Duarte? —preguntó con sequedad, girándose hacia él.
Samuel sonrió con calma.
—Que baje