Capitulo 13— El regreso a casa
El ulular de la ambulancia se apagó frente al portón de la mansión Montaldo. Clara salió primero, nerviosa pero firme, con la carpeta médica apretada contra el pecho. Victoria aguardaba en lo alto de las escaleras de mármol, con el gesto severo que se había vuelto su coraza diaria, aunque por dentro la piel le ardiera de ansiedad.
Cuando bajaron la camilla, el mundo parecía detenerse. Ernesto, con la piel pálida y el cabello más gris que nunca, avanzaba entre enfermeros. Llevaba el brazo izquierdo inmóvil sobre la manta y la pierna rígida, como si arrastrara una piedra invisible. Su rostro conservaba todavía el rastro de la hemiparesia: un lado levemente caído, la sonrisa reducida a un gesto incompleto.
Pero en sus ojos había luz.
Victoria descendió dos escalones, incapaz de esperar. Clara caminaba al lado de la camilla, acariciándole la mano buena con una ternura inquebrantable. Y detrás, Samuel, atento a cada detalle: sujetando el suero para que