Annika llegó finalmente a su casa, aunque su mente seguía sumergida en pensamientos que no lograba ordenar. El eco de las palabras de aquel hombre, su rostro y la intensidad de su mirada se repetían una y otra vez en su cabeza, impidiéndole concentrarse en otra cosa.
Sin detenerse a reflexionar, se dirigió hacia la parte trasera de la vivienda, tal como hacía siempre, y accedió al interior por el túnel oculto que utilizaba para entrar y salir. Moviéndose con cierta mecánica precisión, se aseguró de cerrar cuidadosamente el paso, ajustando cada seguro y colocando las coberturas que lo hacían parecer inamovible.
Una vez dentro, Annika se dispuso a continuar con lo que pensaba sería una tarde tranquila; lo único que quería era desvestirse, tomar un baño caliente y dejar que el agua arrastrara el cansancio y la confusión que la dominaban. Sin embargo, su intento de calma se quebró de golpe.
Cuando cruzó el pasillo y entró en la sala, algo llamó su atención. Una sombra se movió en el rinc