La madre de Anya.
La luz de la mañana iluminaba la casa a través de los ventanales, reflejándose sobre la mesa y los pisos de mármol. El aroma del primer café de la mañana impregnaba la cocina y comenzaba a extenderse por toda la casa, mientras el sonido de la tostadora y la batidora encendidos era lo único que se escuchaba.
Edward bajó las escaleras, tan despreocupado como siempre, con su delantal rosa, listo para comenzar preparar el desayuno. Miró su reloj, eran las 6:00 AM. Su alarma no había sonado, pero su cuerpo lo levantó justo a tiempo, Anya despertaría en una hora, era tiempo suficiente para preparar un desayuno sencillo. Incluso inventó una excusa para decirle “Tendremos un desayuno leve, pero nutritivo y en el almuerzo saldremos a comer a un restaurante ¿Qué opinas?” Descartó la idea, porque la última vez que hizo algo así, Anya terminó pidiendo comida a domicilio.
Pero entonces escuchó el sonido de la batidora eléctrica, la tostadora avisando que el pan ya estaba listo y ese exquisito arom