El peso de una heredera.
La sala estaba a oscuras, con solo la luz de la lámpara reflejada en el piso de mármol. Isabel Castelli, tenía veinte años, vestía un abrigo oscuro sobre una bata de seda.
—Debes irte esta noche. —Ordenó su padre, Francesco Castelli—. Es por tu seguridad, tarde o temprano mis enemigos vendrán por ti.
—¿A dónde? —Preguntó Isabel, sin darle más importancia de la acostumbrada, desde que era niña, su padre la cambiaba constantemente de país cada vez que hacía un nuevo enemigo—. ¿Por cuánto tiempo tendré que irme esta vez, padre?
Él no respondió, simplemente soltó el humo del cigarrillo.
—Irás a Rusia, ahí estarás lejos del alcance de nuestros enemigos. Te conseguí un pasaporte nuevo y un lugar seguro. —Comunicó sin prestar atención a las preguntas de su hija—. Tendrás suficiente dinero, así que no te preocupes. Aunque ya sabes las reglas; debes mantener un perfil bajo.
—¿Y tú qué harás? —Preguntó en un susurro.
—Lo que sea necesario para mantenernos en la cima.
(...)
El frío de Moscú atr