Capítulo 856
Dulcinea sintió una punzada en el corazón.

Sabía que Luis había malinterpretado la situación.

El que había llamado era Leo Vargas, un hombre al que se habían encontrado en Suiza y que la había ayudado en algunas ocasiones. Aunque mantenían contacto esporádico, esta vez Leo sabía que ella había regresado al país con Leonardo.

Pero Dulcinea no se molestó en explicarle nada a Luis. Para ella, lo que habían compartido en el pasado era solo un recuerdo teñido de melancolía.

Cuando una persona guarda silencio, generalmente está dando su consentimiento.

De repente, un chillido de frenos rompió el silencio. El coche color champaña se detuvo bruscamente al costado de la carretera.

La lluvia seguía cayendo desde el cielo nocturno.

Luis, siempre elegante y reservado, miraba fijamente hacia afuera.

A través del parabrisas, las gotas de lluvia distorsionaban la vista, y aunque los limpiaparabrisas iban de un lado a otro, la escena seguía siendo borrosa.

Después de un rato, Luis sacó un cigarrillo,
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