Capítulo 857
Luis no encendió la luz.

Se sentó al borde de la cama, observando a su único hijo bajo la tenue luz que se filtraba por la ventana.

Después de un rato, extendió la mano y tocó suavemente la mejilla de Leonardo.

El niño se dio vuelta, quedando boca arriba.

El puente de su nariz, recto y delicado, y la inocencia en el rabillo de sus ojos, le recordaron a Luis a Dulcinea cuando tenía poco más de veinte años... Todos esos recuerdos lo golpearon de nuevo, como si una daga se clavara en su corazón, haciéndolo sentir un dolor insoportable.

Luis tenía una herida en el alma...

Cuatro años habían pasado desde que alcanzó el éxito, y todos pensaban que esa herida había sanado, incluso él mismo creía que ya no le importaba.

Pero al reencontrarse con Dulcinea, se dio cuenta de que esa herida nunca había cerrado, estaba infectada desde hacía tiempo.

Luis se levantó y salió del cuarto.

...

Cuando se iba, Dulcinea estaba parada frente a la ventana panorámica, su vestido negro se mezclaba con la oscuri
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