Capítulo 770
Luis no esquivó el golpe, y las marcas de los dedos de Dulcinea quedaron impresas en su rostro.

Sin inmutarse, tomó su mano y la arrastró hacia el ascensor.

—¿Qué estás haciendo? ¡Déjame ir! —protestó Dulcinea.

Luis la llevó al estacionamiento subterráneo, la empujó dentro de un Rolls-Royce Phantom y cerró la puerta tras ellos. Dulcinea, aturdida por el golpe contra el asiento, intentó escapar, pero Luis la inmovilizó.

Sus ojos reflejaban un deseo intenso mientras murmuraba:

—No me he acostado con ella. No quiero acostarme con ella.

Su voz era ronca, cargada de necesidad contenida. Desde que Dulcinea se había ido, no había estado con ninguna mujer. Aunque había recurrido a la autosatisfacción, no era lo mismo.

El cuerpo de Luis mostraba signos de tensión extrema, sus pantalones negros ajustados revelaban su desesperación contenida.

Luis se inclinó hacia el oído de Dulcinea, susurrándole con suavidad:

—Dulci, vuelve a casa conmigo. Si vienes conmigo, despido a Sarah de inmediato…

Dulcin
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