Catalina sonrió con reserva:
—Más de dos mil millones.
Clara miró a Luis con sentimientos encontrados, preguntándose si este lugar sería un hogar o simplemente una jaula dorada. Siempre había tenido un corazón inclinado hacia Dulcinea, por lo que no podía evitar preocuparse.
Luis, por una vez, estaba siendo sorprendentemente atento.
Subió con Dulcinea y Leonardo al segundo piso, abriendo la puerta del dormitorio principal. Además del dormitorio, había una habitación para el bebé, permitiendo cuidar al niño y mantener cierta privacidad.
Leonardo, aún pequeño, fue llevado al interior mientras Luis cerraba las ventanas y encendía la calefacción.
Al voltear, vio a Dulcinea abrazando a su hijo.
Dulcinea, con Leonardo en brazos, sentía que todo era irreal, de vuelta en Ciudad B con su hijo.
Luis la observó desde la ventana por un momento, luego se acercó y los abrazó a ambos.
En ese momento, su corazón estaba lleno de ternura.
Quizás porque ella había cedido, quizás porque su enojo se había