Luis tampoco esperaba una respuesta. Salió rápidamente, bajó las escaleras y se subió al coche, donde se sintió un poco más aliviado.
La hermosa secretaria Catalina estaba sentada frente a él.
Luis se aflojó la corbata, cerró los ojos y suspiró:
—Tú también piensas que no debería haberla traído de vuelta, ¿verdad?
Catalina sonrió con discreción:
—Una secretaria competente no se mete en la vida personal de su jefe.
Luis entreabrió los ojos y la miró fríamente.
…
Esa noche, Luis tuvo una reunión en la empresa y no regresó a la mansión.
Al día siguiente, Dulcinea llamó a Catalina.
Catalina escuchó su solicitud y respondió amablemente:
—Hablaré con el señor Fernández. Aunque, si usted se lo pide directamente, él seguramente aceptará.
Dulcinea apretó los labios:
—No quiero hablar con él.
Catalina, sorprendida, solo pudo suspirar.
Después de colgar, entró en la oficina del presidente. Luis estaba revisando documentos, y Catalina le transmitió la solicitud de Dulcinea, añadiendo un comentario