Capítulo 601
¡Él no tuvo piedad!

¡Él no tuvo piedad!

¿Cómo pudo ser tan tonta para pensar que él se apiadaría? ¿Cómo pudo creer que dejar de comer lo haría ceder, que la dejaría en paz…?

Dulcinea, te sobrevaloras a ti misma, y también sobreestimas a Luis.

¡Él no tiene humanidad, es un monstruo!

Los ojos de Dulcinea estaban apagados, yacía en silencio, ahora ya no quería ayunar, pero tampoco tenía apetito. Estaba desesperada con su vida, y consigo misma.

En las esquinas de sus ojos, todo eran lágrimas, porque no veía esperanza.

Luis, al verla despertar, quiso hablar con ella, pero al ver las lágrimas en sus ojos, su corazón se endureció de nuevo.

El doctor Teodoro, un viejo conocido, sabía que el señor Fernández tenía mal genio, y que normalmente no lo soportaría, pero no podía resistirse a la paga generosa, diez mil dólares por una consulta, ¿qué médico de campo podría rechazarlo?

El doctor Teodoro sentía mucha compasión por la señora Fernández.

Intentó hablar con dulzura:

—A su edad, debe cuidarse
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