El director de recursos humanos entró.
Vestía impecablemente y parecía tener unos cuarenta años. Hojeó los documentos de Ana casualmente y luego le preguntó:
—¿Hablas algún idioma extranjero?
—¡Un poco! —Ana respondió.
El director le entregó un documento:
—Esto está en inglés, francés y alemán. Léelo.
Ana lo leyó sin dificultad.
El director se sorprendió.
Tras unos minutos, regresó con seriedad y le dijo:
—Ven conmigo.
Ana se sintió nerviosa.
El director explicó:
—El señor Lewis necesita una secretaria. Te llevaré a una entrevista. Recuerda, le gusta tener subordinados dóciles.
Ana asintió, pero dijo:
—Vine aquí para el puesto de secretaria.
El director la miró con expresión indecible.
Después de un momento, habló despacio:
—El salario en la oficina del presidente es mucho más generoso que en la planta baja. ¿Por qué no aprovecharlo?
Ana necesitaba el trabajo y no respondió.
Mientras hablaban, llegaron a la puerta de la oficina del presidente. El director golpeó la puerta y una voz pro