Las palabras de Leo eran provocativas.
Mario hizo un gesto al recogepelotas para que soltara la pelota, luego se inclinó y efectuó un swing.
A ver dónde cae la bola.
Al ver el punto de aterrizaje de la bola, se dirigió hacia allí, mientras decía lentamente:
—¿Desde cuándo me has conocido tanto? Sí, mi esposa está mejor en casa, a fin de no dejar
a otros hombres pensar en ella. ¿No?
Leo se sintió un poco avergonzado.
Después, dijo con una sonrisa rara:
—Pero a veces, el aferramiento no es útil. Se dice que cuanto más quieres aferrarte a una persona, más rápido la pierdes.
Mario vestía un traje casual blanco y estaba en buena forma, bajó la cabeza y blandió el palo. Con solo dos tiros la pelota de golf estaba ya en el agujero.
Mario no quería jugar más. Entregó el palo al recogepelotas, tomó la toalla y se limpió la mano. Sonrió y dijo:
—Leo, desde pequeño, siempre he obtenido lo que quiero. Me conoces.
No se enfadó con Leo por Ana. Aunque Ana era su esposa, para él, ella no era tan i