La cirugía fue extensa y duró casi 16 horas. A pesar de los contratiempos, terminó siendo un éxito. Sin embargo, Mario no despertó; permanecía inerte en la mesa de operaciones, ignorante de que Emma había salido con bien de su propia intervención y que ya la habían trasladado fuera del quirófano… mucho menos podía imaginar lo que el destino le reservaba para el día siguiente.
Simplemente estaba allí, resignado a su suerte.
David se quitó la mascarilla con lentitud…
Miraba los números en los monitores, alarmantes; los signos vitales de Mario eran extremadamente débiles… tan frágiles que su vida podía escaparse en cualquier instante.
Aunque David, en su rol de médico, se había acostumbrado a enfrentar la vida y la muerte con cierta indiferencia, en aquel momento, la emoción lo embargaba.
Se inclinó hacia Mario y le susurró con voz suave:
—¡Ana todavía te espera! ¿Vas a rendirte así tan fácilmente?
Mario no dio señal alguna.
Continuaba yaciendo en silencio, su rostro pálido como el papel,