Mario llegó a la villa por la noche, y Ana ya había comido.
Estos días estaba de mejor humor.
Pero Mario aún no había sacado de la villa a los guardaespaldas, que a pesar de la nieve, permanecieron en sus puestos.
Mario dejó los regalos en el coche a propósito porque quería darle una sorpresa a Ana.
Mario entró en la villa, se quitó el abrigo negro y preguntó a Iris: —¿Ha comido la señora?
Iris sonrió, —Sí. Por la tarde, llevó a la señorita a la sala para ver la nieve. Parecía que la señorita era muy aficionada a la nieve.
Mario se cambió los zapatos y subió al dormitorio principal.
La habitación estaba iluminada y tenía calefacción, era cálido y acogedor.
Ana llevaba un vestido de lana, inclinada sobre la cuna para divertir a Emma. Era tan gentil y serena en ese momento.
Mario no la molestó, observándola en silencio.
Esa escena le hizo pensar que todo el daño anterior no sucedió, y que eran una pareja amorosa.
Ana notó a Mario.
Mario se acercó y le habló a Ana en un tono m