Mario intentó acercarse para abrazarla, pero Ana rechazó cualquier acercamiento.
Con voz cansada, ella le pidió: —Mario, ¡no te acerques! ¡No quiero que te acerques a mí!
Su voz estaba cargada de fatiga.
Ana había caído en una depresión postparto sin que Mario se diera cuenta. Su familia estaba destrozada, carecía de seres queridos a su alrededor para compartir su tristeza, y su esposo, bajo la pretensión de amor, la mantenía encerrada, prometiendo compensarle por todo lo perdido... ¡Qué irónico le parecía todo!
El desorden reinante y la atmósfera opresiva marcaban el momento.
Había habido tiempos de dulzura entre ellos, pero ahora las cosas habían llegado a un punto de no retorno.
Ana estaba atrapada en la villa por Mario.
Carmen, incapaz de ayudar a Ana a escapar de su situación, y María, que había intentado de muchas maneras pero seguía sin poder ver a Ana, se daban cuenta del poder que Mario ejercía.
…
Aunque Ana no podía salir de la villa, sí podía expresar su enfado hacia Mar