Carmen, al ver el estado de Ana, intentó consolarla: —Está bien, quédate. Pero primero ve a lavarte la cara y come algo en la cafetería. Si vas a cuidar de María, debes cuidarte a ti misma también.
Ana asintió, mirando con ternura la mano de María antes de dirigirse a asearse.
…
Tras una rápida higiene, Ana fue a la cafetería del segundo piso.
Justo al llegar al ascensor, escuchó a alguien llamar su nombre. Se giró y vio a David, vestido con su bata blanca, apoyado en la ventana al final del pasillo.
La ventana abierta dejaba entrar el viento, desordenando el cabello de David y envolviéndolo en una aura de melancolía. Parecía que tampoco había dormido en toda la noche.
David, el director médico del hospital y una figura respetada, había cuidado mucho de María.
Ana lo sabía y se acercó para agradecerle en voz baja.
David la miró con afecto.
Ana se veía más delgada y frágil, temblando ligeramente, pero seguía resistiendo.
Ana sabía que David no podía entender su profunda conexión c