Noah reunió a sus guerreros y les explicó los sucesos con palabras medidas. Sus ojos, antes cargados de la fatiga de la batalla, ahora brillaban con una luz nueva.
Rutt no contuvo un gruñido de aprobación; una sonrisa amplia le arrugó el rostro. —Sin duda, esto habría llenado de orgullo al antiguo alfa.
Noah asintió y, en un gesto que rompía todo protocolo pero nacía del puro amor, mostró a sus hijos ante la manada. Por unos instantes, el peso del liderazgo se levantó de sus hombros, y se olvidaron las quejas que Cassian había acumulado contra ellos.
Mientras tanto, los lobos del Rey licántropo comenzaron la reconstrucción. Sus esfuerzos se concentraron en una estructura en particular: el nuevo hogar para el anciano Nya y sus dos nietos. El sonido de martillos y hachas contra la piedra llenó el aire.
Cassian observó el trabajo con el ceño fruncido, incapaz de ocultar cómo la cercanía de esos “raros” le erizaba el pelaje. Apretó la mandíbula y aceptó en silencio que ese, ahora,