Leah no pudo cerrar los ojos. Agitada, respiraba con esfuerzo. Vio a Lucian dirigirse a Noah, y eso bastó para que su cuerpo se estremeciera.
Se esforzó por concentrarse. Por traer una visión, lo que fuera.
De pronto, el puñetazo certero de Lucian contra la barbilla de Noah la volvió a desconcentrar.
—No eres más que m****a con patas. Una puta alimaña cobarde. ¿Y sabes lo que hace la m****a? Se pudre y apesta. Apestaste todo lo que tocaste. No te bastó con vivir, ¿verdad? Tuviste que ir y clavarle tu asquerosa polla a mi hembra.
Noah escupió sangre y le dedicó una mirada llena de odio. Acto seguido, le regresó el golpe. Debía luchar, o al menos intentarlo.
Lucian recibió el puñetazo con una sonrisa.
«¡Es un puto enfermo!», pensó Noah.
Mientras tanto, Leah logró traer algo. El reto era expandirlo hasta Lucian. Apretó el abdomen. El campo de visión se estiraba.
Empuñó las manos. Respiró hondo.
—Altísimo, muéstrale su peor pesadilla… —susurró. Y la visión cayó sobre ellos.
Luc