Una nueva visión llenó el área del combate.
—¡De nuevo con esta estupidez! —refunfuñó, asqueado de los vanos intentos de Leah. ¿De verdad era tan miserable como para cautivarse a ese nivel de su amante?
Lucian puso los ojos en blanco. Leah era una idiota sentimental capaz de encariñarse con una rata, solo por el hecho de estar siempre confinada a la soledad.
Los gritos de los espectadores lo hicieron girarse.
«¿Pero qué son esos cadáveres?», se preguntó, de verdad asombrado.
Eran una especie de muertos con partes del cuerpo putrefactas que empuñaban espadas y luchaban contra sus guerreros.
En cuanto la idea de que solo era una ilusión iba a pasar por su mente, una de las cabezas de sus guerreros cayó delante de sus pies.
El alfa la tomó entre sus manos y la destripó. El olor a sangre era real. Su color rojo brillante también. La sensación le resultaba gelatinosa y blanda.
Tensó las manos hasta convertirlas en puños. Su vista recorrió el campo. Sus formidables guerreros eran asesinados