Un segundo después, un triste recuerdo hizo que se le formara un nudo en la garganta: un año antes se había hecho a la idea de ser incapaz de concebir.
Se aclaró la garganta.
—Debe de ser que algo me cayó mal —dijo, pero no pudo ocultar el dolor, la tristeza y el desánimo en cada músculo de su rostro.
Liani guardó silencio, asintió con la cabeza y retiró los platos.
Los días siguientes transcurrieron sin muchas noticias del alfa Lucian. Leah estaba tranquila, él era invencible y, por un instante, esa tranquilidad se convirtió en ansiedad. La palabra “invisible” era algo aterrador.
—Los enemigos del alfa no tienen oportunidad —dijo en voz alta, y eso le erizó la piel.
Ella trató de alejar esos pensamientos que la hacían temblar en su silla. Hacía días que el agotamiento que sentía era aterrador. Sin embargo, tenía un deber; ya había faltado demasiados días. El pequeño grupo de huérfanos que Lucian le permitió auxiliar necesitaba de su presencia.
Muchos guardias eran crueles co