117 Él está aquí

La puerta de ébano del aposento real se abrió sin previo aviso. Los sabios, con sus túnicas bordadas con runas plateadas, avanzaron con una urgencia que hizo fruncir el ceño al Rey.

—¿Qué es tan urgente para no aguardar el amanecer? —preguntó el monarca; su voz gélida cortó el silencio de la cámara.

El sabio de mayor edad adelantó un paso. Una luz triunfal brilló en sus ojos ancianos.

—Las cosas se desarrollaron según lo previsto, Su Majestad. Esta vez, el cachorro de la profecía se gesta en el vientre correcto.

El Rey Licántropo esbozó una sonrisa lenta y satisfecha, como un predador que ve culminar una cacería bien planeada. Cada hilo de su tejido de sombras y secretos por fin convergía en el punto exacto.

—¿Informamos al alfa Lucian sobre el paradero de su hermano? —preguntó el sabio; un deje de malicia danzó en su tono.

—Esperaremos —la sonrisa del Rey se amplió, mostrando una hilera de dientes perfectos y afilados—. Que mi bendito cachorro se fortalezca un poco más. Yo personalme
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