La oscuridad de la noche los abrazó.
La fogata les proporcionaba un poco de luz y apaciguaba el frío. Leila yacía recostada boca arriba, profundamente dormida. Casi les arrancaba la cabeza a todos los machos, nada de lo que hacían le parecía correcto, su genio era horrible, una fiera fuera de control. Con el único que se contenía era con el alfa.
Mientras que la vidente dormía hecha un ovillo, cubierta por la capa de Noah. En todo el trayecto se le vio cansada y débil.
Cassian apartó su vista del fuego para dirigirse a Noah.
—Pudimos matarlas y ya estaba, ¿no?
Noah negó con la cabeza.
—Mis manos ya están muy manchadas de sangre —le dijo como algo obvio—. Además, yo no mato lobas chismosas. Solo enemigos en batalla.
—Solo digo que es más fácil acabar con el problema…
—Cassian, solo eran lobas violadas y torturadas, es lógico que no confiaran en nosotros. Además, te aseguraste de que no sabían más cosas, ¿o no?
—Sí. —El consejero se encogió de hombros. Vivir una vida miserable tenía