Leah se quedó quieta. Muy quieta. ¿Qué se hacía en esos casos?
Carraspeó en un intento por deshacer el nudo de su garganta. Y dio media vuelta. Porque si él no la quería cerca, ¿de qué servía insistir?
Lo hizo tantas veces en el pasado y solo recibía más insultos. Así que lo mejor era irse.
No había dado ni el primer paso, cuando Noah la sostuvo del antebrazo.
—No —dijo simplemente. Sus ojos estaban muy abiertos, algo vidriosos y no los podía apartar de ella. No quería que se fuera. Por eso siempre refrenaba sus sentimientos. Porque no hay mayor grandeza que la que se tiene al controlarse a sí mismo.
—Voy a dormir —logró decir sin que le temblara la voz.
—No —iba a solucionar eso. Mierda, no era un niño.
—En la mañana hay mucho que hacer.
—No hagas nada. No tienes por qué hacerlo —Noah avanzó un paso hacia ella—. Estuve mal.
—Debe ser difícil —dijo con la sensación de que sus pulmones se vaciaban de aire—. Después de todo soy un recipiente sucio…
—¿Qué mierda? Claro que no. —Cassian t