—Él… no sospecha de mí. Por ahora, me conviene seguir “bajo sus órdenes”.
Leah agachó la cara. Aquella afirmación provocó una punzada en su pecho. No le parecía justo que Noah se sacrificara de ese modo por ella.
—No. No quiero que vayas… por favor, alfa Noah —Leah apretó su agarre, desesperada por persuadirlo.
Noah se mantuvo firme. La tensión en su mandíbula evidenció que aquella decisión no resultaba fácil para él.
Cassian, sentado cerca, observó en silencio. Sus ojos se entrecerraron. No necesitaba de su don para notar que algo ya se había cocinado entre esos dos.
—No tengo opción —susurró el alfa, mientras el tacto de Leah suavizaba un entrecejo.
Los ojos de ella se llenaron de lágrimas.
—Por favor, no tienes que ir con él. No lo hagas. Él es malo, muy malo —su voz se quebró.
—Voy a regresar —Noah la contempló. Cada vez que sus labios temblaban, sentía una punzada en el pecho. Ella significaba tantas cosas a la vez que no lograba procesarlas todas. No al mismo tiempo.
—Prométel