Cassian soltó una carcajada tan fuerte que algunas personas giraron a verlo.
—Eres cruel, Noah… —dijo entre risas—. Cruel hasta con tus bromas.
Noah no respondió. Solo entrecerró los ojos y apretó los labios, sin saber qué decir.
Cassian chasqueó la lengua.
—Duerme bien, L-Leah. Nos espera un largo trayecto. —Lo equivalente a: no sabemos a dónde iremos, pero será muy lejos.
Leah asintó, nerviosa. Y fue detrás de la anciana que le daba indicaciones sobre los cuartos.
Antes de llegar, la mujer la miró con el entrecejo fruncido.
—Estar con lobos nunca termina bien, muchachita —suspiró—. Más si tienes planes de formar una familia.
La loba no entendió a qué se refería la mujer.
—Sí —alcanzó a responder.
—Está prohibido aceptar lobos forasteros. Pero tú eres humana, después de todo —reveló la mujer y apretó sus arrugados labios. No debía decir esas cosas.
—G-gracias. —Ahora entendía por qué, aunque todas se asustaron al ver a Noah y Cassian, los admitieron en ese lugar.
La habit