Más lobos extraños comenzaron a llegar y alzaron sus voces en un cántico gutural; invocaron el nombre de su dios pagano, Mahan.
Un escalofrío le recorrió la espalda a Leah al ver cómo los ojos de los intrusos cambiaron. El negro profundo se tornó rojo sangre, similar al color de la lava.
Cassian se puso en guardia; sus músculos se tensaron. De manera involuntaria, contuvo el aliento.
Noah no esperó una señal. Rugió con furia pura; se lanzó como un rayo. Su cuerpo se transformó en el aire; la piel se desgarró, los huesos crujieron y la bestia tomó el control.
Su forma lobuna impactó contra el líder tatuado con una violencia brutal. Sus garras buscaron el cuello, pero el enemigo giró justo a tiempo y esquivó el ataque por centímetros.
Las rocas bajo sus patas estallaron al tocar el suelo. Leah retrocedió; su corazón desbocado retumbaba en sus oídos.
El ambiente se tornó peligroso. Letal.
Leah miraba asombrada la ferocidad y precisión que tenía Noah… porque incluso a otros lobos les cost