—La cosa se sale de nuestras manos —informó el alfa, con la atención fija en el padre de Ezra.
El joven sanador agachó la cabeza y fingió concentración mientras ordenaba unas cosas sobre la mesa de madera, aunque ya estaban en su lugar.
—Entiendo, alfa.
—Esa cosa, lo que sea que sea, controla cuerpos. Es una especie de maldición. Necesito que ustedes se mantengan alertas. Preparados para cualquier ataque.
—Sí, alfa —el hombre adoptó una postura más sumisa.
Noah giró levemente la cabeza hacia el joven.
—No quiero errores.
—Sí, alfa —Ezra cerró los ojos unos segundos. Las pisadas indicaron que el alfa se alejaba.
—¿Qué será eso? ¿Un hechicero, un brujo?
—No lo sé —respondió el chico, con el pecho encendido por ese sentimiento de menosprecio.
(…)
Al caer la noche, recogieron sus cosas para volver a casa. En el trayecto, Ezra se topó de frente con Seren. El servidor del Oeste lo saludó con sumo respeto.
—Ojalá pueda venir un rato a la fogata, joven maestro.
Ezra sostuvo la mirada. La bol