Maya Seati es una recién graduada en una de las universidades de Nueva York en la carrera de hotelería y turismo. Es soltera, carismática, pero seria cuando debe serlo, joven, muy atenta. Y con una mejor amiga encantadora que comparte su misma personalidad. Además de compartir el trabajo, claro está. Cuando su amiga trabaja como recepcionista del Livende, ella es nada más ni nada menos que la secretaria y mano derecha del dueño y jefe de todas las sucursales de esa cadena de hoteles. Maximiliano D'Angelo. El ser más carismático y amable existiendo en la tierra. Un gran jefe. Un hombre inigualable. Sonrisa deslumbrante. Mirada hipnotizante, mohines simpáticos. Sencillamente encantador. Viene a la par y le lleva trece años adelante, porque su señor en jefe ya ronda los cuarenta años. Y como toda toda Nueva York dice, no los aparenta. Maya Seati tendrá que enfrentar el obstáculo de pensar de otra manera a su jefe tan encantador cuando terminar por compartir las primeras copas. Unos cambios llegan de súbito. Puesto que su jefe y ella han compartido penas que sin querer, lo han unido más que antes. Quizás, ya de otra forma. Maximiliano también tendrá que dar razón a sus sentimientos una vez que estos empiecen a florecer. ¿Qué pasará cuando se acerquen los obstáculos y ellos dos tendrán que sobreponerse a ellos? Quizás, algunos de los dos tendrá que decidir.
Ler maisEs el sonido de la música lo que se intensifica mediante da otro pasos más. El alrededor ciñe cada uno de sus poros porque se mezcla el ruido, el olor a cigarro, el olor al mismo alcohol que de todos los tipos hacen que aquella multitud continúe avivandose. Avivandose ella también.
Al llegar pide los tragos. Una botella entera de tequila y otra de brandy.
Se sienta y empieza a peinarse. Dentro de la barra se nota un espejo.
Una vez que dejar de estar pendiente del bartender, se atreve a girarse.
No cree que alguien más pueda estar acompañándola, justamente en ese lugar, justamente a su lado.
Dos segundos pasan cuando, sin embargo, se paraliza. De inmediato queda prendada de la conmoción y se sutura todo pensamiento.
No hay otro lugar que ver.
Hubiese sido más decente habérselo encontrado en la parada de la calle o en un parque, pero que se lo encontrara en un bar, con media botella del propio tequila en su vestido y oliendo a cigarro, se siente más que intimidada poco. Sus ojos ambarinos están resueltos por la conmoción que llega de súbito. Le tiembla el pecho y se le contrae los músculos del rostro. ¡Realmente era él!
Está Maximiliano D'Angelo sentado a su lado y bebe del vaso que apenas acaban de entregarle.
—¡Bendito Dios!
Ella voltea la mirada y termina por sentarse.
Ruega que no la observe. Que no voltee. Pero no piensa que con su sola exclamación, con su voz a solo una distancia, no la pueda reconocer.—¿Maya?
Se paraliza una vez más. Hace la presencia una consecuencia sobre sus sentidos.
Tiembla. Se ciñen sus pensamientos. Todo su ser. Le produce la voz del hombre a su lado y al que da la espalda un estrago de sobresalto. Pero no tarda en voltearse. Ojos verdes la encierran. Tantas veces que ha experimentado aquella ojeada buscándola por todo los pasillos, como era la común, como era lo correcto. En tal momento, no puede existir palabras que describan cómo es que esa mirada la envuelvan y la acobijen. Y el mundo en el alrededor no parece existir. No ahora.—Señor.Al observarla, no puede ni pensar en apartar sus ojos, porque admira a su secretaria fuera de como siempre la ha visto. Vivaracha, las mejillas sonrosadas, una mirada brillosa, sus labios húmedos. —Pero qué casualidad.Entonces dice y complementa con una sonrisa. —Una gran casualidad, señor. Una muy grande —se ríe, casi hipócritamente. Era una situación embarazosa para ella en realidad. Pero su sonrisa aparenta otra cosa y se muerde el labio, poniendo su cabello detrás. Se mantiene lista a preguntarle—. ¿Acaso está aquí porque…?—No —él pide de inmediato—. No hablamos de trabajo, no me hagas recordar el trabajo, Maya. Y dime Maximiliano, por favor. —No me pida eso, señor. No me atreveré hacerlo. Él le sonríe y entonces bebe una vez más. Ella se inmiscuye en su mirada también y suspira. Tampoco es que lo haya visto antes de una manera tan informal, tan impropia de él. Con esa mirada, llena de libertinaje, y esa mueca pícara que no hace relucir porque no posee más que aquella que es amable y humilde. —Entonces dime si puedes hacer una cosa…Atisbarlo de esa manera, el sentimiento de ímpetu la abarrota.—Maximiliano —pronuncia de pronto. No sabe porque dice su nombre, porque lo llama. —¿No vas a poder aceptarme esta copa? ¿Quieres que no te pida eso?Maya contiene el aliento. La mirada del señor D'Angelo la consiente en perder un poco el razonamiento, y no sabe si en realidad ya es el alcohol…O su propio jefe.No hay cavidad para dejar entrar lo que, después de meses y meses, jamás se le ha pasado por la mente. ¡Compartir una copa con su jefe! Primero: la realidad es otra, no es que no estuviera disfrutando de tener la gracia con la que vivía ahora, porque gracia tenía. Se siente linda, le gusta arreglarse, le gusta salir con sus amigos, y a veces incluso le sale ser coqueta, y eso no es un pecado. Segundo: si está soltera no es nada más porque no ha encontrado un hombre que, como dijo Jenny, la pusiera en un ensueño, como un somnífero, y no es que se lamente, pero Maya Seati tiene convicciones firmes y veraces para haber dudado de todas sus citas y encuentros casuales anteriores, le gusta su soltería. Tercero, no menos importante: si venía al caso aceptarle una copa a cualquier hombre, guapo, con mirada encantadora y sonrisa coqueta, pícara, seguro de sí mismo, con una atracción inminente, fornido, varonil, entrando a los cuarenta, soltero también y sin anillo de compromiso, tal vez sería un motivo por la cual sonreírle también y aceptarle el trago. ¡Pero, eso cambiaba! Cuando quién poseía aquellos dotes no eran nada más ni nada menos que Maximiliano D'Angelo, un empresario italiano sumergido en la riqueza y la plenitud de su madurez, poseedor de un encanto sin igual, ¡y su jefe!Si Maya repasa todas esas menciones quizás no terminaría nunca, porque lo principal no es hacerse valer de orgullo, y de tener aquel rubor entre sus mejillas de blanca nieves, pasándose también su corto pelo detrás de la oreja y fingiendo no tener espasmo por lo inevitable, sino que, con tal encantadora sonrisa y mirada, no sabe a dónde avizorar a excepción de los ojos de su jefe buscándola entre el bullicio de la gente y los colores resplandecientes. Maya entonces escucha, esporádicamente a través de la música frágil y el jaleo condescenderse entre los dos, una risa suave. —Pero si no puedes, no pasa nada. He visto a Jenny también, seguro has venido con ella. No pasa nada si no me aceptas un trago, Maya. Su voz la hace volver en seguida y tiene que levantarse para verificar que su jefe se echa un trago y pellizca el rostro por el ardor. Ella sin embargo, toma aire, y le dedica una de sus mejores sonrisas. La noche en realidad sería muy largaSin embargo, Maximiliano siempre evocaba a una solo deseo.Que fuese una niña.—Tengo que el presentimiento que será una pequeña bebé —Maximiliano acarició su vientre ya inmensamente abultado. Maya tenía su mano en su mejilla y lo admiraba con un amor.Fue en primavera, los primeros comienzos de febrero. Estaba junto a las tres amigas. Jenny con Dennis, Alejandra y Giovanna dentro de un evento del DeSea. Maximiliano estaba en unos asuntos del Livende y lo vería hasta en la noche, que prepararía una cena para los dos. Tenía a Dennis en sus brazos mientras lo besaba y lo mimaba un poco. Era un niño hermoso.—¿Quién jugara con su primito o primita dentro poco? —le repetía.Giovanna acarició su vientre.—¡Dios! Ya tienes que salir —dijo—. Tú tía está esperándote con ansias.—Al igual que nosotras —expresó Jenny ya tomando a Dennis en sus brazos—. Siento que le va a explotar su barriga y el bebé saldrá con los brazos de triunfador.—Pronto, pronto —canturreaba Alejandra mientras
La dicha después de ese momento no tuvo punto de comparación. ¿Qué es lo que más recuerda en los meses siguientes de haber decidido formar parte de la vida del hombre que ama y sueña? Infinitudes de cosas. Increíbles, dulces, mágicas, inolvidables, desesperantes y eternas.Horas después de tomar su mano, partieron finalmente los dos juntos a Italia. Fue el punto de comienzo: mientras apenas eran recién sabidos de la noticia de su bebé, decidieron quedarse juntos hasta que los asuntos por resolver que tenía Maximiliano estuvieran en la línea. Las nuevas sucursales le llevaban todo su tiempo y por su parte, recibía las noticias del DeSea al cabo de unos días. Tenía que regresar a Nueva York.Entre besos, acaricias, palabras de confortación y dulzura, se despidió de él. Desesperado por verla marchar sin él, le juró estar dentro de poco junto a ella. No podía verla irse y no estar a su lado. Y mucho más cuando se trataba del estado con el que ahora tendría que lidiar en estos siguient
Jenny tiene que facilitar la llamarada de corriente que le genera ver a Maximiliano despedirse de los presentes mientras Maya, sin notarlo, se da la vuelta para tomar otra dirección. ¡Esto no puede quedarse así!Y toma su vientre.Se apresura hacia la dirección de Maya entre sus tacones y despilfarrando la desesperación del ahora. Su amiga, al verla, la hace desparramar su bebida. Al instante está frunciendo el ceño por la confusión.—¡Jenny!—¡Maya! —vocifera Jenny—. Maya, escúchame m@ldición.Su amiga tiene que perseguirla hacia el pasillo mientras busca aire.—Por Dios. ¿No les has dicho al señor Maximiliano de…?Maya aguanta la respiración. Conoce esa mirada. —No lo hice. No lo he hecho aún. Es que tengo miedo, no sé qué me pasa. Yo tengo miedo de que…—¡Tienes que decírselo! Apresura a decir Jenny. Y la toma de los brazos— ¡Tienes que decírselo, Maya! El señor D´Angelo se va del país. Se va. ¡Él se va, amiga! ¡Se irá!Sus ojos tienen que quedarse en Jenny mientr
—Es hora. Ya vamos —y sonríe. Giovanna y Alejandra se echan a reír y entonces, las tres juntas y con la emoción de esta linda revelación, se apresuran a ir rumbo al salón. Jenny es la primera que las ve y se muerde los labios, tomando su vientre y emocionada más que nunca. Giovanna le sonre a Chris. Alejandra le envía una mirada a Mauricio. Maya en este momento se paraliza al verlo ahí sentado, con los demás y manteniendo su vista clavada en ella. Hay ciertas cosas que el corazón no puede ocultar y aquello es la felicidad: como a sus ojos se le reflejan el brillo, las pupilas se dilatan y la sonrisa de sus ojos se refleja. Y las cosas que no pueden decir con palabras pero que con una sola mirada se mantiene viviendo en lo que añoran ahora. En cómo se añoran. Maya sólo puede pestañear y desviar la mirada de sus verdes acuarelas. Siempre la hacen perderse de todo el alrededor. Alejandra le da la bengala a Phoenix, y Giovanna a Jenny. Maya llega junto a ellos y sonríen. Los abraza
Stephanie también está en el lugar, al lado de Chris que se encontró solo al instante de irse Giovanna, y bromea diciendo que siendo curiosa como siempre, probablemente esté queriendo saber el sexo del bebé así como Alejandra y Maya. —Por cierto, ¿dónde está Maya? No la he visto —pregunta Chris cuando toma un trago—. Ni siquiera cuando llegué.—Ella es la que está preparando la forma en la que se va a revelar el bebé —Stephanie asiente mientras se apresura a dar un trago largo. Cuando baja su vaso, se limpia un poco las comisuras y voltea a ver al hombre que tiene apenas unos minutos de haberse sentado junto a ellos—. ¿O tú la has visto, Max? ¿No sabes dónde está?Hay un silencio ensimismado a quien le hacen esta pregunta. Pero pronto de salir de sus pensamientos se arregla en la silla y se dirige hacia los dos acompañantes.—No, no la he visto tampoco…Esto especialmente iba dirigido hacia él. Hacia un día que le había mandado un mensaje. Ella nunca respondió y sintió la neces
Cuando dan dos de la mañana, el salón empieza a tener una aglomeración considerable que no pasa menos desapercibida. Las lindas luces que se observan por encima de las cabezas de todo aquel presente viajan por todo el lugar y deja un camino de brillo, todavía blanco porque siendo un misterio el sexo del bebé, habría dentro de poco un cambio respectivo a la relevación. Los familiares de los padres y de la madre están reunidos también. En la gran tarima pueden observar los invitados a los futuros padres cuando se observen recibiendo el tan esperado regalo. Los invitados están disfrutando la ceremonia que bien está realizada y comprometida a ser compartida con la mayoría.Y Jenny con una de sus sonrisas, se toca la barriga mientras busca por la multitud a sus amigas, que no se observan aún por el lugar y para el colmo, pronto tendrían que revelarse. Hasta que observa la expresión risueña de Alejandra en el momento que se observa pasar por la multitud. Jenny le hace señas con los ojos y
Último capítulo