Baltasar pronto volvió con la medicina, y ambos regresaron al hotel.
—Jefa, aquí está la medicina que recetó el doctor. No se olvide de tomarla a su hora indicada—dijo Baltasar mientras le entregaba diligente la bolsa con los medicamentos.
Daniela, aún débil, tomó la bolsa con una pequeña sonrisa de agradecimiento, casi imperceptible.
—Muchas gracias, Baltasar.
Baltasar, siempre tan formal, le respondió con cortesía:
—No hay de qué, es lo menos que puedo hacer por usted. Si necesita algo, no dude en llamarme.
Con esas cortas palabras, se dio la vuelta y se fue a su habitación.
Cuando Daniela llegó a su cuarto, tomó cuidadosa la medicina y se recostó en la cama. Cuando despertó, ya estaba oscuro afuera.
La lluvia seguía aún cayendo, tranquila pero constante, como si nunca fuera a parar.
Encendió una pequeña lámpara de la mesita de noche y, al levantarse, notó que ya no estaba tan mareada como antes.
Tomó de inmediato su celular y vio que Baltasar le había enviado un mensaje. Contestó ca