Lidia dejó el Grupo Herrera y, mientras caminaba, pensaba en cómo podría usar a alguien para seducir a Baltasar. Pensó en una mujer despreciable, la persona perfecta para su plan.
Sacó su celular y marcó un número. Cuando la llamada se conectó, una voz suave y temblorosa respondió del otro lado.
—¿Señorita Lidia, en qué le puedo colaborar?
Lidia, con tono sombrío, respondió:
—Tengo un encargo para ti.
—¿Qué es lo que necesita? —preguntó la mujer, sonando algo asustada.
Lidia soltó una pequeña risa, cargada de malicia.
—Quiero que te acerques a un hombre, lo seduzcas, haz que se interese por ti.
La mujer se quedó en silencio unos segundos, claramente dudando, antes de contestar con voz insegura:
—Señorita Lidia, yo no quiero hacer eso.
Lidia soltó una risita burlona.
—No te preocupes, el hombre que te pido que seduzcas no solo es guapo, también tiene mucho talento. Y no te estoy pidiendo permiso, solo te lo estoy informando.
Su tono se volvió más sombrío.
—Sé lo que eres capaz de hacer,