El tiempo parecía haberse detenido.
Joaquín salió a paso largo de la sala de urgencias, se quitó la mascarilla y, con el rostro agotado, dijo:
—Diego ya está fuera de peligro por ahora, pero...
Joaquín observó con detenimiento a la mujer frente a él, tratando de mantener la calma, y continuó:
—Señora Marina, tiene que prepararse para lo que viene. Su estado es muy delicado, y lo más probable es que le queden solo dos o tres meses.
Las palabras retumbaban como hormigas en la cabeza de Marina. Parpadeó varias veces, luchando en ese momento por no derramar las lágrimas. Con voz tranquila, le preguntó:
—¿De verdad no hay nada más que se pueda hacer?
En ese momento, Yulia llegó corriendo con Iker y escuchó lo que Joaquín acababa de decir.
Su rostro palideció al instante, y su paso se detuvo de golpe por un momento. Iker, sintiendo la tensión en el aire, abrazó con fuerza el cuello de su hermana en silencio.
Al ver a sus hijos, Marina forzó una ligera sonrisa, intentando mostrarles un poco d