—Yo no soy tan dramática como tú —solté esas palabras y no quise seguir discutiendo con ella, solo me di la vuelta y me fui.
—¡No te vayas! ¡Hoy tienes que darme una explicación!
Sin embargo, de repente ella se abalanzó sobre mí, tropezó a propósito y se lanzó directo hacia mí. ¡Y justo a mi lado estaba una gran fuente de agua! Ella me empujó directo a la fuente y yo, sin pensarlo dos veces, ¡la agarré del brazo para llevarla conmigo!
Si le gustaba tanto buscar la muerte, pues no me importaba llevarla al infierno juntas.
El agua fría y punzante me calaba hasta los huesos, inundándome la nariz y la boca sin poder evitarlo.
Por suerte, el agua no era muy profunda y comencé a tantear a mi alrededor, buscando desesperadamente algo en qué apoyarme. De repente una mano grande me agarró con fuerza.
—¡Delia!
Al instante, alguien me sacó del agua y me envolvió en un abrigo, acunándome en un cálido abrazo.
Seguía tosiendo violentamente por la asfixia cuando oí a Enzo gritarle al lugar desde don