Le dirigí una mirada con gratitud y luego también entré en la sala con confianza.
—Buenos días. Soy Ania Lamberto. Hoy vine aquí a aclarar este asunto de plagio de diseño con ustedes de forma clara y sencilla.
Ania me siguió de cerca y reveló una sonrisa con desdén:
—Bueno, si quieres limpiar tu nombre, empieza ya.
Se veía muy segura. De no haber sido por mi costumbre secreta de protegerme, este asunto habría desarrollado siguiendo su ritmo, y yo no habría tenido manera de defenderme.
—Primero, les invito que escuchen esta grabación.
Saqué mi móvil y reproduje la conversación de ayer con Nadia.
Al escucharlo, los demás cambiaron de semblante, pero Ania pareció ya lo había previsto, diciendo con calma:
—¿Y esto qué demuestra? Nadia es tu asistenta, quién sabe si no lo organizaron ustedes con antemano.
—Tienes razón —asentí complacido y saqué de mi bolso los bocetos de mi diseño—. Miren, estos son mis bocetos manuales. Se nota claramente que la versión que presentó Delia es la versión