C52: Acuéstate conmigo.

El cuerpo de Ámbar reaccionó antes que su mente: quiso levantar los brazos, rodearlo, aferrarse a él. Pero justo cuando estuvo a punto de hacerlo, Raymond se separó lentamente, respirando con cierta dificultad.

—Lo siento —dijo en voz baja, evitando mirarla directamente—. Será mejor que… vaya a ducharme.

Sin añadir nada más, se dio la vuelta y salió del gimnasio, dejando a Ámbar paralizada. Ella permaneció allí, con el corazón desbocado y la mente en blanco, tratando de comprender lo que acababa de suceder.

Ámbar no volvió a ver a Raymond durante el resto del día. Él se había encerrado en la biblioteca, mientras que ella permaneció en la habitación. La distancia entre ambos se prolongó hasta que cayó la noche.

Cuando finalmente Raymond regresó al cuarto, Ámbar estaba sentada en la cama, apoyada en la cabecera, con un libro entre las manos. Leía con la intención de mantener su mente ocupada, aunque no estaba realmente concentrada.

—Buenas noches —articuló Raymond.

Sin añadir nada más,
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