C127: No quiero verlo.
Ámbar despertó avanzada la mañana con los ojos hinchados, ardiendo todavía por el llanto que la había acompañado durante la noche. Dormir le había resultado casi imposible; las horas en que había logrado cerrar los ojos no pasaban de cuatro, y aun así, su sueño había sido entrecortado, inquieto, atravesado por imágenes que le desgarraban el pecho.
El cansancio la envolvía por completo, un cansancio físico, emocional y casi espiritual, como si cada fibra de su cuerpo hubiese padecido la misma tormenta. Todavía sentía aquella presión en el pecho, un peso que le impedía respirar con normalidad, y también el retrogusto ácido que anunciaba que, si se descuidaba, podía volver a vomitar.
No se encontraba bien, era evidente, pero aun así se obligó a recordar que debía mantenerse firme por el bien de su hijo; la fragilidad de la noche anterior no podía repetirse, no debía permitirse otro colapso, no podía exponerse a una recaída que la condujera una vez más al hospital.
Con movimientos lentos