C128: Estoy disponible para ti.
Cuando Ámbar asomó la cabeza por el umbral —solo lo suficiente para constatar si el lugar estaba vacío—, un estremecimiento le recorrió la columna. Allí, precisamente donde más temía encontrarlo, estaba Raymond.
Permanecía de pie junto a la mesa central de la cocina, inclinado ligeramente mientras inspeccionaba el desayuno dispuesto en la bandeja plateada. La cocinera ya se había retirado; los utensilios estaban ordenados, las superficies limpias, y Raymond probaba cada porción con atención minuciosa, verificando sabores, texturas, y añadiendo pequeños ajustes, gotas de miel, un puñado de frutos secos, como tenía la costumbre de hacer desde que había decidido vigilar personalmente cada alimento destinado a Ámbar.
Pero no estaba solo.
A unos pasos de él, apoyada con elegante desenvoltura contra la encimera, se encontraba Layla. La presencia de Layla allí, a solas con Raymond, fue como un puñal que atravesó a Ámbar.
El impacto fue instantáneo, y su cuerpo reaccionó antes que su mente. S