C113: Sería mejor para ambos quedarnos aquí solos.
Mientras aquel silencio incómodo persistía en la habitación del hospital donde Vidal cuidaba a Alaska, en otro punto distante de la ciudad se desplegaba una escena completamente distinta. Raymond conducía con cautela, atento a cada movimiento de Ámbar, a quien por fin habían dado de alta después de un par de días que le habían parecido interminables.
La mujer, aunque aún con el cuerpo fatigado y el ánimo debilitado, se aferraba con una determinación casi obstinada al deseo de regresar a la mansión. Había manifestado más de una vez que no soportaba continuar ni un minuto adicional en aquel entorno estéril y saturado de olores a medicamentos, enfermeras que entraban a cada rato y la soledad que la asfixiaba cada vez que Raymond debía ausentarse. En cambio, el hecho de saber que él estaría a su lado al cruzar las puertas de su hogar le ofrecía una calma que no encontraba en ningún otro lugar.
Cuando el automóvil se detuvo frente a la residencia, Raymond descendió y rodeó el vehículo con