C110: No me importan tus promesas.
—Vidal, por favor, perdóname... —Alaska intentó resistirse, soltando súplicas, intentando aferrarse a la esperanza de que él cambiara de opinión, que comprendiera su amor, su miedo, su necesidad de permanecer junto a él.
Pero Vidal permanecía involuble. En ese momento, la soltó y cerró las maletas, asegurándose de que toda la ropa de Alaska estuviera dentro, sin ceder un solo centímetro de su autoridad. Con ambas maletas en mano, avanzó hacia la puerta, a lo que Alaska corrió tras Vidal.
—¡Vidal! ¿A dónde vas? ¡A dónde vas! —gritó mientras aceleraba el paso, intentando alcanzarlo, pero él caminaba con rapidez.
Al llegar a la puerta principal, Vidal la abrió de golpe y arrojó las dos maletas de Alaska hacia el pórtico.
Alaska, sin poder contener el pánico, avanzó unos pasos más.
—¡Vidal, por favor, perdóname! —clamó—. ¿Acaso no me escuchas? ¡Te estoy pidiendo perdón! ¡Te estoy diciendo que voy a cambiar! ¡¿Por qué no me crees?! ¡¿Por qué no me escuchas?!
—No me importan tus disculpas,