”Amanda, apúrate, están detrás nuestro, tenemos que irnos”, dice Kelvin frenéticamente, asomándose por la ventana del edificio abandonado al que llevó a Leila para que Amanda revisara sus heridas.
“Voy tan rápido como puedo, sus heridas son graves, su cuerpo está débil, pero por suerte, el bebé está a salvo, débil pero a salvo”, responde Amanda, cortando el último punto de la frente de Leila.
Un suspiro de alivio sale de Leila al escuchar que su hijo está con vida y la piel se le pone de gallina, un nuevo sentimiento de esperanza se apodera de ella y los ojos se le llenan de lágrimas mientras pasa una mirada triste desde Amanda, que está limpiando su cuerpo con una toalla caliente con gran rapidez y concentración, hasta Kelvin, cuyas cejas están fruncidas por la preocupación, pasando constantemente la mirada de ella a la ventana.
¿Qué haría sin estas dos personas? Tiene la suerte de tener amigos como ellos y sabe que nunca podrá devolverles su amabilidad.
“Gracias”, murmura con lág