Leila vio a Tatum apoyado en su coche mientras se acercaba a su casa. Tenía puesto unos pantalones cortos vaqueros grises y una camisa blanca de manga corta, y su rostro temerario y apuesto irradiaba el sol del atardecer mientras le daba caladas a su cigarrillo.
Su conductor se detuvo frente a Tatum. Él tiró su cigarrillo al suelo, pisándolo con sus sandalias blancas de cuero y le abrió la puerta a Leila.
“Bienvenida de vuelta, Luna detective Leila”, dijo Tatum de forma tímida y educada, inclinándose ligeramente ante Leila mientras se bajaba del coche.
Leila giró su cabeza, entrecerrando sus ojos hacia él de forma sorprendida mientras necesitaba toda su fuerza de voluntad para no soltar una risita de que la llamaran detective.
“Un Alfa no debería inclinarse ante sus súbditos”. Ella puso los ojos en blanco y se dirigió directamente a la puerta, sin dedicarle ni una mirada más, pero una sensación de calidez se extendió por su interior, ya que disfrutaba ser atendida por él.
“Buen