DUNCAN
Casi grité. No me enorgullece admitirlo, pero casi lo hice. O... casi. Ya tenía la mano en la puerta porque sabía que alguien venía. Pensé que sería alguno de los trabajadores de la granja. Le dije que a las tres. Lo estaba esperando. Lo que obtuve fue a ella.
Elaine.
Mi maldita pesadilla.
Estaba ahí parada con esa sonrisa perfecta como si no hubiera puesto todo mi mundo de cabeza hace unos días. Odiaba verla. Odiaba darme cuenta de cada detalle sobre ella.
Era hermosa. Linda de una manera que te hacía recordar el dolor. E inteligente. Demasiado inteligente. El tipo de inteligencia que excava, pincha y extrae cosas que no quieres compartir. Odiaba cómo su cabello olía a lavanda.
No es que lo hubiera olido a propósito ni nada. Aquella noche en su casa cuando los niños me obligaron a cenar allí. Estábamos cocinando. Se inclinó cerca, alcanzó una cebolla, y su cabello rozó mi hombro. Ese aroma a lavanda me golpeó como un camión.
Recuerdo que me tensé, como si algo hubiera subido po